Revoloteos. Cosquilleos erizan los pelos de los brazos. Pasos se pierden en la noche. Notas que hacen adornos, te acaracician con sus suaves melodías. Forman puntos suspensivos cargados de significado, simplemente a partir de silencio.
Agudos toques que te susurran música al oído, ascienden y descienden, adornan todo con florituras puras y melódicas.
Silencio.
Esa misma melodía, embarga tu mente. Inunda tus oídos, haciéndote sentir, sin motivo aparente alguno, repentinamente bien. Sube el volumen, y notas como algo crece en tí. Algo especial, mágico. Y asciende, y asciende. Crees rozar algunas estrellas con las puntas de los dedos. Un rápido trino sigue al descenso de la música. Percibes cómo las corcheas y los bemoles te besan las puntas de las pestañas.
Lágrimas de rocío recorren tus mejillas, a la par que la música se va, como un soplo de aire...
Y te despides de ellas, de esas notas mágicas y cristalinas, mientras escuchas cómo se extingue la melodía.
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